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Los textos literarios están presentes en nuestro día a día. Incluso en la actualidad, la literatura conserva cierto «prestigio» manteniendo una estrecha relación con las clases altas de la sociedad. Una persona culta es una persona involucrada en el mundo de la literatura, sea cual sea el papel que ejerza en este. En el mundo hay miles de millones de personas que les gusta la literatura, no obstante, si preguntásemos a esos miles de millones qué es la literatura obtendríamos miles de millones de definiciones distintas. Hay quienes atacan esta pregunta clamando al cielo que en cuanto a su respuesta no hay una unívoca.
No son pocas las veces las que hemos escuchado decir a los escritores que la literatura es un compromiso que adquiere uno con la sociedad y que tiene una elevada carga moral. Esa definición se debe a que la literatura contemporánea tiene carácter ideológico y rebelde.
Pese a la variedad de definiciones que se da al término «literatura», se puede apreciar en el mundo académico dos tendencias completamente antagónicas: la postura de quienes defienden a ultranza la autonomía de la literatura y su especificidad respecto a cualquier otra forma de comunicación, y la postura de quienes defienden la relatividad de toda idea de literatura.
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El siglo XVIII significó para la literatura un periodo compulso. La crítica literaria dio numerosos ejemplos de teorías literarias. Todas estas teorías ofrecieron múltiples ejemplos de teorías de la literatura considerando a la literatura como un conjunto de valores totalmente independientes, autónomos estéticamente y con la capacidad de dar dignidad a la propia existencia del ser humano.
A mitad del siglo XX, el italiano Benedetto Croce elaboró una teoría sobre la obra de arte y, por primera vez en la historia, hizo distinción entre poesía y literatura.
Definió la poesía como una obra con autonomía y puramente estética, mientras que la literatura era la muestra de un discurso con carga refinada, ameno al lector, y que se expresa a través de las reglas de la retórica.
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Cuando los formalistas quisieron sostener la autonomía y la especificidad de la obra literaria partiendo de los elementos formales y lingüísticos, idearon un concepto denominado literaridad y poeticidad. Según esta concepción, no se enfoca los textos poéticos por los mensajes morales, datos biográficos o históricos, sino por la propia estructura lingüística, transformando la poética en un objeto de valor estético universal.
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René Wellek, crítico de origen praguense, escribió Naturaleza de la literatura. En su obra se pregunta qué es la literatura, qué no lo es y cuál es la naturaleza de la literatura. En su obra estableció unos criterios para distinguir la literatura de otros discursos. Tras ello se preguntó si la propia esencia y la función de la literatura había cambiado a lo largo de la historia, a lo que respondió:
La lectura de una historia de la estética o de la poética deja la impresión de que la esencia y la función de la literatura, en cuanto cabe exponerlas en amplios términos conceptuales generales, para compararlas y contrastarlas con otros quehaceres y otros valores humanos, no han cambiado fundamentalmente.
Cuando trata más adelante sobre la valoración, afirma:
Hay que valorar, apreciar la literatura por se lo que es; hay que valorarla, evaluarla en función de su valor literario y según el grado de éste. […] Lo que determina que una obra de arte sea o no sea literatura no son los elementos de que consta, sino cómo se componen éstos y con qué función. […] La valoración del poema es la experiencia, la toma de conciencia de las cualidades y las relaciones estéticamente valiosas que están estructuralmente presentes en el poema al alcance de todo lector entendido.
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Por otro lado, Terry Eagleton, crítico angloirlandes, profesor en Oxford, afirma todo lo contrario que Wellek. El profesor Eagleton afirma que la literatura es un nombre que da la gente » de vez en cuando» para denominar a las prácticas discursivas. En su obra Teoría literaria afirma:
Desde mi punto de vista resulta más útil considerar la «literatura» como un nombre que la gente da de vez en cuando y por diferentes razones a ciertos escritos ubicados dentro del campo de lo que Michel Foucault denominó «prácticas discursivas». Si algo va a ser objeto de estudio, es mejor que lo sea todo el campo de las prácticas en vez de únicamente esas que a veces reciben el nombre oscuro de «literatura». Opongo a las teorías expuestas en este libro no una teoría literaria sino una clase diferente de discurso —llámese «cultura», «prácticas significativas» o cualquier otra cosa — que incluría los objetos («literatura») de que tratan esas otras teorías, pero transformándolos al colocarlos en un contexto más amplio.
Hay muchos académicos que respaldan la visión de Wellek, al marcar la literatura dentro de un mundo de valores; por otro lado, hay no menos académicos que respaldan la visión de Eagleton. De esta manera queda marcado entre los teóricos de la literatura dos posturas completamente contra puestas.
Quienes están convencidos en defender la autonomía de la experiencia literaria y en separarla de otras formas de expresión y comunicación afirman:
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1º La literatura posee características específicas que la distinguen de otros discursos. Los formalistas rusos idearon el concepto de literaridad o poeticidad para resaltar el carácter autónomo y diferenciado del discurso literario.
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2º La literatura se distingue del resto de los discursos. Es por ello que dentro de la propia literatura hay que mantener bien diferenciados las obras poéticas o la verdadera literatura de las formas inferiores de literatura. Las obras poéticas tiene calidad estética y valores humanos, las obras inferiores de literatura están enfocadas a las masas, a la sociedad de consumo, destinada a dar respuesta a necesidades superficiales.
[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/3″][vc_column_text]3º Las auténticas obras literarias poseen un carácter universal, se apartan de la contingencia histórica y manifiestan valores e intereses humanos permanentes y eternos. Pueden hablar a cualquier generación y ser apreciadas por toda clase de sociedades.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
El otro grupo, quienes consideran que la literatura está en contacto con la vida y la historia en general, y con otras actividades humanas, están convencidos de:
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1º La literatura tiene características comunes con otras formas de comunicación humana como el aspecto comunicativo, el apartado emotivo y expresivo, el meditativo y el persuasivo. Además comparten el uso de la lengua natural y la retórica.
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2º La literatura es una entre muchas formas de manifestación del imaginario humano y posee afinidades con otras formas de simbolización cultural de la realidad. Se presenta en muchas formas. Los productos literarios forman parte de la familia de los productos culturales.
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3º La atribución de calidad literaria y de valor poético a una obra depende del momento histórico, es puramente subjetivo.
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]¿Qué conclusiones provisionales podemos sacar?
Aquellos que han intentado responder a la pregunta de qué es la literatura, como Jean Paul-Sartre o como Luciano Anceschi, todos los que han tratado de definir la cualidad intrínseca de la literatura se han visto envueltos en una serie de contradicciones y vericuetos imposibles de resolver.
Las teorías que resultan menos aceptadas son las que se basan en las cualidades intrínsecas del lenguaje literario.
Autores del movimiento New Criticism americano, como William K Wimsatt Jn, sostenían que la literatura no era en absoluto el lenguaje de los dioses sino que era el producto del trabajo consciente sobre la capacidad de significación del lenguaje.
Plantearse qué es la literatura es de las pocas preguntas que no da respuesta concreta pero que aporta mucha información acerca de las diferentes filosofías y teorías de la literatura. ¿Es una decepción que no haya una respuesta inequívoca de qué es la literatura? En absoluto.
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